Llevamos dos meses de confinamiento, metidos en casa más horas de
las que nos gustaría y sin la libertad de movimientos que en cualquier
momento nos apeteciera.
Poco a poco se va abriendo la mano y nos permiten movernos un
poquito, salir de casa, tomar el aire, pasear, correr pero de pronto,
cuando tenemos la oportunidad de abrir la puerta de nuestra casa, nos
invade un miedo a "lo desconocido". Tras la puerta sentimos que el virus
nos acecha, como si nos estuviera esperando pacientemente a que bajemos
la guardia.
Algunos nos pertrechamos de lo necesario y nos lanzamos a la calle,
sintiéndonos como pececillos que se trasladan dentro de su pecera para
que en el camino no nos falte el agua necesaria para "respirar" y que
nuestra salida no sea "peligrosa". Mascarilla, guantes, gel
hidroalcohólico, distancia de seguridad, lavado de ropa... en un intento
de control absoluto de la situación.
Otros se lanzan a la calle como si no fuera con ellos, se reúnen, se
besan, se acercan, van, vienen, demostrando que su mecanismo de
negación está en pleno auge en su psiquis.
Y hay otras personas que cuando han abierto la puerta de sus casas,
han sentido un vértigo similar al de mirar hacia abajo en cualquier
mirador natural de los Fiordos Noruegos y les han provocado tal grado de
ansiedad que han tenido que cerrar la puerta para intentarlo en otro
momento y se han hecho conscientes de que se mueven en tierras movedizas
y cuanto más se mueven, más se hunden. El inconveniente de esta
situación es que, a parte de sentir impotencia, ansiedad e incluso
depresión, podemos llegar a desarrollar una agorafobia.
Por tanto, mi consejo es que intentéis salir cada día un poquito,
progresivamente, un día en el rellano de la escalera, otro, bajo un tramo
de la escalera, y subo, respirando, controlando nuestros pensamientos
catastrofistas, que no son verdaderos (porque la mente miente en la
mayoría de los casos), hasta llegar al portal y a partir de ahí,
alejarse un poco de "nuestra cabaña".
Debemos tener en cuenta que la velocidad en asimilar el cambio
depende de cada persona, así que si vas a acompañar a alguien en este
proceso, debes respetar su velocidad, intentando empujar un poco, pero
no obligando a lo que no se esté preparado y por último, me gustaría que
fuéseis conscientes de que cabe la posibilidad de que necesites
tratamiento psicológico para afrontar esta situación. Si es así, no lo
dudes, no temas porque al final te alegrarás.