lunes, 18 de mayo de 2020

EL SÍNDROME DE LA CABAÑA


  EL SÍNDROME DE LA CABAÑA


Llevamos dos meses de confinamiento, metidos en casa más horas de las que nos gustaría y sin la libertad de movimientos que en cualquier momento nos apeteciera.


Poco a poco se va abriendo la mano y nos permiten movernos un poquito, salir de casa, tomar el aire, pasear, correr pero de pronto, cuando tenemos la oportunidad de abrir la puerta de nuestra casa, nos invade un miedo a "lo desconocido". Tras la puerta sentimos que el virus nos acecha, como si nos estuviera esperando pacientemente a que bajemos la guardia.


Algunos nos pertrechamos de lo necesario y nos lanzamos a la calle, sintiéndonos como pececillos que se trasladan dentro de su pecera para que en el camino no nos falte el agua necesaria para "respirar" y que nuestra salida no sea "peligrosa". Mascarilla, guantes, gel hidroalcohólico, distancia de seguridad, lavado de ropa... en un intento de control absoluto de la situación.


Otros se lanzan a la calle como si no fuera con ellos, se reúnen, se besan, se acercan, van, vienen, demostrando que su mecanismo de negación está en pleno auge en su psiquis.


Y hay otras personas que cuando han abierto la puerta de sus casas, han sentido un vértigo similar al de mirar hacia abajo en cualquier mirador natural de los Fiordos Noruegos y les han provocado tal grado de ansiedad que han tenido que cerrar la puerta para intentarlo en otro momento y se han hecho conscientes de que se mueven en tierras movedizas y cuanto más se mueven, más se hunden. El inconveniente de esta situación es que, a parte de sentir impotencia, ansiedad e incluso depresión, podemos llegar a desarrollar una agorafobia.


Por tanto, mi consejo es que intentéis salir cada día un poquito, progresivamente, un día en el rellano de la escalera, otro, bajo un tramo de la escalera, y subo, respirando, controlando nuestros pensamientos catastrofistas, que no son verdaderos (porque la mente miente en la mayoría de los casos), hasta llegar al portal y a partir de ahí, alejarse un poco de "nuestra cabaña".


Debemos tener en cuenta que la velocidad en asimilar el cambio depende de cada persona, así que si vas a acompañar a alguien en este proceso, debes respetar su velocidad, intentando empujar un poco, pero no obligando a lo que no se esté preparado y por último, me gustaría que fuéseis conscientes de que cabe la posibilidad de que necesites tratamiento psicológico para afrontar esta situación. Si es así, no lo dudes, no temas porque al final te alegrarás.

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