La crisis que estamos viviendo en estos días por la
aparición e instalación del virus COVID-19 en nuestro ambiente hace que de
pronto tengamos que cambiar nuestros comportamientos y que no podamos hacer las mismas cosas que
hacíamos hasta hace pocos días. Hemos de aprender a poder adaptarnos
rápidamente a otro ritmo de vida, pero también a comprender que hay situaciones
que escapan a nuestro control. No sabemos cuánto tiempo vamos a estar en esta
situación, no sabemos cómo se va a desarrollar nuestra vida en los próximos
días, aún no sabemos qué consecuencias reales va a tener para la economía, para
nuestra sociedad, para las relaciones, para la salud mental. Estamos viviendo
con incertidumbres.
Reproducimos a continuación este artículo que fue
publicado en 2018 en la Revista Diálogo Familia Colegio (nº 327; pp.15-22). Por
el momento que estamos viviendo me parece interesante publicarlo por este
medio.
RESUMEN
Estamos viviendo una época de desarrollo tecnológico y
avances científicos continuos. El desarrollo trae consigo que cada vez sepamos
mejor cómo se producen determinadas situaciones y qué consecuencias pueden
tener. Esto, evidentemente, es algo positivo. Y gracias a estos avances, en
muchas ocasiones, podemos desarrollar nuestra vida mejor y de manera más
cómoda. Sin embargo, el modo en que se viven estos avances, puede provocar
algunos sentimientos en la sociedad que podrían no ser tan beneficiosos. Entre ellos,
destacaría los sentimientos de omnipotencia y de control. Esto es, creer que
porque hayamos descubierto un pequeño y beneficioso avance en el conocimiento
científico somos capaces de controlar muchas cosas de nuestra vida. No pasaría
nada si esto no tuviera mayores consecuencias. Sin embargo, observamos cómo
esta vivencia entra a menudo en conflicto con una parte esencial del vivir,
como es la incertidumbre y el misterio.
Palabras
clave: Misterio, control.
* *
* * *
1.-
¿Qué sabemos de la realidad? La era del conocimiento y los avances
científicos
El ser humano siempre se ha preguntado
por la realidad que vive y le rodea. La curiosidad por saber qué ocurre es uno
de los elementos que definen a la inteligencia y de este modo es como vamos
conociendo cada vez más aspectos de la realidad: queriendo saber qué ocurre,
buscando soluciones e investigando, preguntándonos por lo que no sabemos y
queremos saber.
Pero a lo largo de los siglos no
siempre nos hemos acercado al origen de los fenómenos del mismo modo. Ni
siquiera, en un mismo momento histórico, no todas las personas tienen el mismo
razonamiento sobre por qué ocurren los hechos.
Las sociedades primitivas se
caracterizan por presentar un pensamiento mágico, tienden a establecer relaciones
de causa y efecto sin comprobarlas de modo lógico. Las supersticiones, la
mitología y las creencias irracionales son variantes del pensamiento mágico.
Ante un hecho del que desconocíamos el origen, buscamos soluciones y causas en
determinados elementos sin base científica alguna. Así, ante la enfermedad de
alguien podemos atribuir la causa a un castigo divino o a ser víctima de un
hechizo o brujería, en vez de creer que son debidas a agentes patógenos; o ante
una buena cosecha podemos creer que ha sido debida a haber hecho una
determinada ofrenda, en vez de a considerar que las buenas condiciones
climatológica, el cuidado, la calidad del terreno y la acción de los
agricultores han provocado la llegada de los buenos frutos. Este modo de pensar
está muy marcado en la infancia (por inducción de los adultos, muchos niños
creen que si se portan mal vendrá el hombre del saco a llevárselos).
Sin embargo, conforme vamos
madurando y acercándonos a la realidad con otros ojos, dudando de lo que hasta
entonces creíamos y apoyándonos en un razonamiento más lógico, desechamos las
ideas anteriores para adquirir otro modo de pensar. Es lo que llamamos en
ciencia, realizar un cambio de paradigma. Adoptamos un nuevo enfoque en el modo
de mirar la vida. "Considero
que éstos (los paradigmas), son logros científicos universalmente aceptados que
durante algún tiempo suministran modelos de problemas y soluciones a una
comunidad de profesionales" (Khun, 2013).
Aunque vayamos sustituyendo un
paradigma antiguo por otro más moderno y lógico, significa que sabemos más que
anteriormente pero no que lleguemos a conocer la realidad en toda su
complejidad. El mismo Khun “puntualiza
la necesidad de abandonar la idea de que los cambios de paradigmas llevan a los
científicos más cerca de la verdad. Y que el proceso de desarrollo de las
ciencias no debe estar marcado por un camino hacia una meta final. Propone a
los científicos dejar de ir hacia lo que
queremos conocer y cambiar la perspectiva a partir de lo que conocemos” (Briceño, 2009).
En
la actualidad, el paradigma que predomina en cuanto a la explicación de los
hechos es el científico. Pero, ¿qué queremos decir cuando hablamos del
predominio del paradigma científico? Es la forma particular como se organiza
racionalmente el conjunto de teorías, leyes y principios de una disciplina
científica, y que se traduce en la formulación de los problemas de estudio,
redefine los métodos y técnicas y las formas de práctica, así como los
criterios de verdad y procesos de verificación. Nos ofrece una imagen del mundo
y en él se basan las creencias básicas de la comunidad científica acerca de la
realidad. Éste es el modo en que habitualmente nos acercamos a la realidad la
mayoría de las personas de las sociedades modernas. A priori, todos podemos estar
de acuerdo en que es un modo más certero de acercarnos al por qué de los
fenómenos, o al menos, más veraz que un modo de pensar basado en lo mágico y
supersticiones. Pero que esto sea así, no significa, como hemos dicho
anteriormente, que dispongamos de un conocimiento total de la realidad a la que
habitualmente nos enfrentamos. Basarnos en ello puede conllevar el error de
caer en el cientificismo. Esto es, considerar que el método científico debe
aplicarse a cualquier ámbito de la vida, tener una confianza plena en los
principios y resultados de la investigación científica y práctica rigurosa de
sus métodos.
2.- “Sólo sé que no sé nada”: un
mundo de incertidumbres
Con esta célebre sentencia,
Sócrates admitía su posición de ignorante como modo de acercarse al
conocimiento. Con esta frase se asume que el individuo no tiene la verdad
absoluta, sino que tiene disponibilidad en aprender. A mi parecer, es posible
que el gran filósofo griego quisiera hacer una provocación o exageración para
admitir desde esa posición sus deseos de conocer.
Aunque aceptamos la visión de
Sócrates, no es ésta la postura que quiero destacar en este artículo. Nuestra
intención al escribir estas líneas no es destacar nuestra ignorancia, sino llamar
la atención en que el conocimiento que hemos adquirido en un momento
determinado no puede explicar toda la verdad existente en la vida. Por nuestra
historia y aprendizaje personal y por la acumulación de saberes que ha
realizado toda la sociedad a lo largo de los siglos (pues todo lo que sabemos
lo sabemos entre todos), vamos conociendo cada vez más cosas de la vida, pero nunca
podremos llegar a tener un conocimiento absoluto de la realidad. “El sentido
del misterio preserva a la persona de la tentación racionalista de querer
explicarlo todo a través de un sistema de leyes. Reconocer que la realidad no
se agota completamente con un lenguaje racional quiere decir reconocer la
fragilidad humana ante la inmensidad del mundo. Tener sentido del misterio
quiere decir relacionarse con la realidad en términos de enigma y no como algo
ya sabido y explicado desde hace tiempo. El sentido del misterio nos preserva
de la tendencia occidental de querer explicarlo todo de una manera clara y
cartesiana” (Torralba, 2003). Vivir en la incertidumbre no es mantenernos en
una postura acomodaticia de no querer saber nada y refugiarnos en la
ignorancia. Es asumir que estamos rodeados de misterios, aunque a veces
queramos ocultarlos y tratemos de acercarnos a ellos con vanas explicaciones
racionalistas.
“La realidad
es compleja y existen muchos ámbitos de realidad que aún no han sido explorados
por el hombre (…), existen vivencias que difícilmente pueden describirse con el
lenguaje de la razón pero que no por ello deja de existir en la vida”
(Torralba, 2003).
El físico
alemán Heisenberg, describió el Principio de Incertidumbre para referirse a la
imposibilidad de localizar un electrón en el espacio ya que el propio proceso
que nos permite medirlo produce una alteración que dificulta la observación
precisa.
También en
la física, se describe la Teoría del Caos que postula que los sistemas caóticos
están determinados pero, aunque conozcamos todos los determinantes de un
sistema, no es posible determinar qué curso tomarán.
Valgan
estos dos ejemplos para significar que tanto la incertidumbre como la
inexactitud forman parte de la vida.
3.-
Cómo me relaciono con la incertidumbre
Ser consciente de que muchas de las
circunstancias que vivimos no dependen de nosotros no es fácil. No somos ilusos
y la mayoría de las personas queremos saber. No podemos vivir eternamente en
una duda. Tener un cierto control de la realidad es necesario para poder vivir.
Esto nos da estabilidad y nos ayuda a poder organizarnos. No hay más que pensar
en los niños, cómo necesitan para un desarrollo óptimo unos horarios y
organización en su día a día. Las horas de levantarse y acostarse, el baño, el
tiempo del colegio, el juego en el parque con los amigos, el tiempo para hacer
los deberes. Es necesario en nuestro devenir diario tener hábitos y de alguna
manera tener unas ciertas dosis de predicción, saber qué puede ocurrir. Esto
nos da estabilidad.
Sin embargo, no todo en la vida
sucede de esta manera. ¿Qué ocurre cuando no sabemos qué puede ocurrir? ¿Cuándo las cosas no dependen de nosotros?
La vida está llena de circunstancias imprevistas que no eran predecibles y que
no podemos controlar: una enfermedad, una muerte, un cambio de trabajo
repentino, una probabilidad de padecer una enfermedad congénita, un embarazo no
esperado, un enamoramiento…
“El único modo de vivir con
incertidumbre es saber aceptarla. La aceptación no es resignación, pensar que
no puedes hacer nada. (…) Esperar está relacionada con tener paciencia.
La paciencia es un valor básico
para afrontar las propias circunstancias. Las circunstancias se nos imponen
desde fuera. En muchos momentos nos gustaría que nuestras circunstancias
vitales fueran otras, que todo fuera de otro color, pero las circunstancias no
nos la inventamos, nos la encontramos y afecta a nuestra persona.
Ante el sufrimiento, la enfermedad
y la angustia, la paciencia es un valor esencial (…) Sólo en un marco de
paciencia es posible el desarrollo pleno de la persona. El tiempo de la realidad
y el tiempo de la voluntad no siempre van acompasados. La lentitud de la
realidad, la gravedad de los hechos es, a veces, insoportable” (Torralba,
2003). Hablar de paciencia en un mundo de prisas, rapidez, inmediatez y de
respuestas prontas es difícil.
Aprender a convivir con las
incertidumbres que nos rodean requiere de un aprendizaje. De alguna manera,
significa (en algunos adultos) que nos debemos “resetear”, y en los niños
enseñarles desde pequeños para que aprendamos que muchas respuestas en nuestras
dificultades diarias no las vamos a tener de manera inmediata. Que a veces
vamos a tener que esperar mucho tiempo a saber cómo se resuelven esos enigmas a
los que nos enfrentamos. E, incluso, que en ocasiones no vamos a ver cómo se
solventan estas situaciones.
Aprender a vivir de este modo nos
avisa de la importancia de que, además de la paciencia, es necesario tener una buena dosis de fortaleza interior, para poder hacer
frente a las adversidades de la vida, ser fuertes para luchar contra el miedo
que puede invadirnos, saber aceptar que en estos momentos estamos heridos pero
que estamos dispuestos a no dejarnos abatir; confianza, porque aun reconociendo las dificultades por las que
estamos atravesando, esperamos que se resuelvan de un modo satisfactorio,
disipar los nubarrones que nos hacen ver la realidad oscura para poder ver con
más claridad el futuro; humildad,
saber reconocer nuestra limitación personal; y saber relacionarnos con el misterio, ya que hay una parte de la
realidad a la que no podemos acceder, que nos sobrepasa.
4.-
Las patologías del control
“Existe hoy una tendencia a
exagerar el valor de la estabilidad, a creer obsesivamente en el equilibrio,
cuando en realidad, lo único estable es el cambio, y en consecuencia, lo
importante es lograr la adaptación al cambio. Como decía Heráclito “sólo el
cambio es permanente”. (Soria, C. y Márquez López-Mato, A., 2004). Enfrentarnos
a lo incierto no es fácil, es en sí mismo estresante. Pero el estrés que
podemos vivir ante situaciones estresantes no dependen sólo del elemento
estresor, sino que la respuesta que emitimos en estas circunstancias dependen
fundamentalmente de cómo administro y cómo afronto esa situación. Si dependiera
exclusivamente del elemento estresante todos nos comportaríamos del mismo modo ante una situación de desempleo,
ante el fallecimiento de un allegado o ante una situación de precariedad
económica, por ejemplo. Pero esto no es así, cada persona tiene un estilo de
respuesta diferente ante estas circunstancias. El modo en que nos enfrentamos a
estos hechos tiene que ver con predisposiciones genéticas, pero también está
relacionada de manera muy importante por el modo en que hemos aprendido a
afrontar cómo nos relacionamos ante hechos que no están bajo nuestro control.
Como hemos dicho más arriba lo
importante es saber lograr de manera óptima una adaptación al cambio. Pero, a
veces, en una sociedad obsesiva en la que vivimos con una necesidad de control
extremo de las circunstancias esto puede resultar difícil. Por eso, no es extraño
que este modo de vivir genere en muchas personas patologías como la ansiedad,
depresión o estados obsesivos.
Las personas con estas
dificultades, especialmente las que presentan una patología obsesiva, necesitan
garantías absolutas de cómo va a desarrollarse el futuro y la vida en general.
En vez de relacionarse con la incertidumbre aceptándola como parte de la vida,
necesitan la duda para buscar razones y argumentos que justifiquen su estilo de
vida y pensamiento. La necesidad de control total les lleva a buscar
insistentemente la certeza racional. Para las personas obsesivas, el riesgo
ante las incertidumbres predomina sobre las seguridades (aunque objetivamente
predominen las certezas). En estas personas, el estilo cognitivo está ligado al
pensamiento primitivo del que escribíamos al principio, pues es habitual que
mantengan rituales o supersticiones que entienden ayudan a controlar una
situación.
Estos ejemplos de la psicopatología
son el modo extremo de la dificultad que tienen muchas personas para vivir con
la incertidumbre y la inseguridad de muchos acontecimientos que ocurren a
nuestro alrededor. Y, aunque como ya hemos dicho, hay una predisposición
genética en estos padecimientos, también tienen un componente importante de
aprendizaje no sólo en el ambiente más cercano (familia, amigos), sino en toda
la sociedad que nos incita a buscar seguridades y alejarnos de las
incertidumbres.
A
modo de conclusión
Si bien es verdad que todos los
seres necesitamos de ciertas seguridades que nos ayuden a vivir, la búsqueda
continua de ésta, el predominio excesivo del cientificismo y la utilización de
una técnica no humanizada, nos aleja de una realidad de la vida: la
incertidumbre. Vivir en ella no es fácil, es por ello por lo que requerimos de
un aprendizaje donde primen la paciencia, la fortaleza interior, la confianza,
la humildad y, sobre todo, aprender a convivir con el misterio.
BIBLIOGRAFÍA:
Briceño, T. (2009). “El paradigma
científico y su fundamento en la obra de Thomas Khun”. En Tiempo y Espacio. Vol. 19., n. 52, pp. 285-296.
Khun, Thomas S. (2013). La estructura de las revoluciones
científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
Soria, A., y Márquez López-Mato, A.
(2004). “Epigénesis: vulnerabilidad a la ansiedad y depresión”. En http://www.gador.com.ar/wp-content/uploads/2015/04/herencia_epigenetica.pdf
Torralba, F. (2003). Cien valores para una vida plena.
Lleida: Milenio.
Vallejo Ruilova, J. y Berrios, G.E.
(1995). Estados obsesivos. Barcelona:
Masson.
FRASES
A RESALTAR:
Ø
Es
necesario en nuestro devenir diario tener hábitos y de alguna manera tener unas
ciertas dosis de predicción, saber qué puede ocurrir. Esto nos da estabilidad.
Ø
En
muchos momentos nos gustaría que nuestras circunstancias vitales fueran otras,
que todo fuera de otro color, pero las circunstancias no nos la inventamos, nos
la encontramos y afecta a nuestra persona.
Ø
Aprender
a convivir con las incertidumbres que nos rodean requiere de un aprendizaje
Ø
Requerimos
de un aprendizaje donde primen la paciencia, la fortaleza interior, la
confianza, la humildad y, sobre todo, aprender a convivir con el misterio.
PARA
REFLEXIONAR:
·
¿Cómo
vivo situaciones en las que no sé qué puede ocurrir? ¿Cómo abordo lo que no
controlo?
·
¿Soy
paciente ante las incertidumbres?
·
¿Qué
son para mí los misterios de la vida?
Auxiliadora García Cumbreras
Dra. en Psicología
mauxigc@msn.com