viernes, 24 de abril de 2020
martes, 7 de abril de 2020
EL CAMBIO FORZADO A LA TELETERAPIA
EL CAMBIO FORZADO A
LA TELETERAPIA
(Para Profesionales)
Aunque hayamos tenido experiencias
en teleterapia esta vez nos ha cogido a contrapelo. Algunos nos hemos sentido
incomodos antes o después o en el proceso de instalación de los “cacharros”
imprescindibles para ello o a la espera de un “malfuncionamiento ante el que
nos encontramos inermes. Nos hemos sentido, a veces, incomodos, raros,
inseguros. ¿De donde nos vienen estas molestias? Estamos rodeados de esta angustiade muerte producida por un virus
invisible, que aunque nos lo pongan en aumento, como fondo, en todos los
telediarios, sigue siendo invisible y omnipresente e incontrolable, ni siquiera
cuando te dicen que fulanito ha dado positivo en la detección, de esta forma
todos somos posibles portadores. La paranoia está servida: Estamos por tanto
ante una angustia paranoide, de muerte, que engancha con los momentos de
nuestra historia, en los que nos hemos sentido mal, momentos que todo el mundo
tiene grabados en un lugar ignoto de la memoria. Cualquier paciente que nos conecte está en
estas mismas pésimas condiciones, dispuesto a proyectar sobre nosotros –ya
debilitados- la carga de angustia que no ha podido descargar en nadie.
Nosotros, -personas físicas conocidas- cuando aparecemos en la pantalla nos
convertimos en un pararrayos que atrae su descarga de angustia, sea cual sea el
contenido formal de la “conversación” que tengamos.
La forma de aguantar el tirón es
restablecer “nuestra alianza terapéutica” con cada paciente en particular,
exponiéndole que seguimos el objetivo de nuestras sesiones, convenimos el
ritmo, horario, etc… (lo más parecido de las sesiones presenciales que tuvimos,
para darle una continuidad en el tiempo) y haciéndole una recapitulación de los
logros conseguidos en su proceso terapéutico hasta ahora y de lo que se trata
es de darle una continuidad) Es un poco
como el “decíamos ayer….” De Fray Luis de León tras su incorporación a su catedra de Salamanca después de unos años en la cárcel de la inquisición.
En las sesiones de teleterapia
debemos insistir en hablar algo más lento que en las presenciales y vocalizando
mejor para asegurar las posibles deficiencias de transmisión.
Debemos acompañar nuestras palabras
de gestos, sobre todo de asentimiento, indicándole que comprendemos lo que nos
dice. Cada 10 minutos hacerle una recapitulación de lo dicho para asegurarle
que lo hemos comprendido. Estimular su
participación con preguntas sobre lo que ha dicho pidiéndole ampliaciones o
aclaraciones. A veces podemos acercarnos
un poco a la cámara para que “nos sienta” más cerca (no abusar de esta técnica,
para no resultar invasivos)
Hacer un resumen final y si acaso
preguntarle cómo se ha sentido, que se lleva de la experiencia, y quedar en el
próximo día y hora.
APENDICE
SOBRE FORMAS DE HACER TELETERAPIA
Estimado XXXXXX: Para realizar lo más correctamente posible
nuestras sesiones de teleterapia, vamos a conecta a través de la tecnología XXXXX.
Para ello tienes que tener disponible el programa que te envío, en tu ordenador
portátil, y esperar mi llamada que se realizará a la hora acordada.
Debes disponer de una habitación
donde te puedas aislar del resto de tu familia y que nadie te moleste o
interrumpa, durante todo el tiempo de la sesión. Deberás colocar la cámara frente a ti,
sentado cómodamente en un lugar cómodo para ti, y que te enfoque de la mitad
del cuerpo para arriba, sin tener delante mesa ni otro mueble que pueda ser un
obstáculo a tus movimientos ni a la visión de la cámara. La luz no deberá darle
de frene a la cámara, sino iluminarte a ti desde detrás de la misma. Se trata
de que nos “veamos uno frente al otro” como en la consulta. Al comienzo probaremos el tono de los
altavoces.
Te recuerdo los horarios acordados:
Trata de seguirlos para facilitar
la atención a todos.
Pedro Jiménez Plana
Psicólogo Supervisor
miércoles, 1 de abril de 2020
DETRÁS DE NUESTROS EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS
DETRÁS DE NUESTROS
EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS
Qué bonita la vida
Qué regalo tan grande
Que luego te lo quita
Te hace no ser de nadie ….
“Qué bonita la vida”. - Dani Martín.
Me sucede a veces, en consulta,
sentirme testigo privilegiado de cómo la vida se abre paso ante el sufrimiento.
Es entonces cuando siento que ella viene y me golpea, a pesar de que intento de
forma racional e irracional desmontarla. Aparece en forma de evidencia clara y
meridiana, se abre paso y triunfa.
Acabando de terminar de apagar el
ordenador tras mi consulta en casa, oí música a lo lejos. Bajé las escaleras,
siguiéndola hasta llegar donde se encontraba mi hijo. Siempre me gustó la
música, pero quien realmente ha inundado de ella mi hogar desde que nació ha
sido él. Estaba oyéndola con los ojos cerrados, no me sintió llegar y me senté
a su lado, en silencio. Pasado un rato abrió los ojos, me sonrió y me dijo
“Hey”. Estaba escuchando la canción “Pedro Navajas” de Rubén Blades, que con su
soniquete suave narra una historia real y cruel, de muerte y vida a la vez. Sin
darnos cuenta pronto empezamos a hilvanar canciones, coser diferentes sones,
mezclar distintos sonidos, ritmos y compases… y de nuevo la vida volvía a mi
cabeza, a golpearme con toda su brutal energía.
No ha resultado fácil no abandonarse
ni quedarse anclada en este montón de emociones que hemos vivido en las últimas
semanas. El impacto de principio te mete en una especie de pecera donde el agua
te impide ver bien lo que pasa, te ayuda a negar, te instala en una aparente
calma, ralentiza tus movimientos, te aisla, te asfixia, te cansa, te enfría y
desde la que, si no fuera por el calor de la rabia que te quita ese frio, sería
imposible salir. La fuerza de esa rabia te hace crecer y lanzarte hacia arriba
impulsada por los pies que ya han tocado el fondo de esa pecera, dándote cuenta de que te estaba faltando el aire
y te empuja a buscarlo, a rebelarte, a enfrentarte, a reclamar, a pelear, a encarar
hasta que descubres que … nada hay ya que
encarar, que reclamar, que ya no hay
nada que exigir ni pelear, que el aire
sigue estando ahí, pero ya no es el mismo, cambió. Y mientras estás en este
extenuante ejercicio rabioso de lucha y contradicciones, se abre paso la
tristeza para cuidarte, para darte tiempo a lamerte las heridas, para obligarte
a aflojar la tensión. Y te serenas y abres la mano y te desprendes, sueltas
aquello a lo que estabas aferrado. Y es
ahí, en ese espacio que ha quedado, donde poco a poco empiezas a verla, a
aceptar que es ella, la vida la que lo hace todo, la que equilibra todo, la que
lo inunda todo.
Hoy, cuando nada hice aún por salir
de ninguna de estas emociones, por cambiarlas, por acelerarlas, por no
mirarlas, cuando sin darme cuenta y sin querer me había dejado llevar por
ellas, la vida lo ha vuelto a hacer, volviendo a abrirse paso, poniéndome una
canción suave, mirándome y diciéndome “Hey”.
La vida vuelve a decirme con cariño
y con respeto, con firmeza y con dulzura, con determinación y como quien no
quiere la cosa, que ella es la fuerte, la que sabe, la que ordena, la que se
impone, la que decide, la que vence, la que ama. Que es ella la que sostiene,
gestionando el desequilibrio, nuestra imperfección.
¡¡Qué bonita la vida!!
Mar Montero Fernández
Psicóloga
Suscribirse a:
Entradas (Atom)