martes, 7 de abril de 2020

EL CAMBIO FORZADO A LA TELETERAPIA

EL CAMBIO FORZADO A LA TELETERAPIA
(Para Profesionales)
 
Aunque hayamos tenido experiencias en teleterapia esta vez nos ha cogido a contrapelo. Algunos nos hemos sentido incomodos antes o después o en el proceso de instalación de los “cacharros” imprescindibles para ello o a la espera de un “malfuncionamiento ante el que nos encontramos inermes. Nos hemos sentido, a veces, incomodos, raros, inseguros. ¿De donde nos vienen estas molestias?  Estamos rodeados de esta angustiade muerte producida por un virus invisible, que aunque nos lo pongan en aumento, como fondo, en todos los telediarios, sigue siendo invisible y omnipresente e incontrolable, ni siquiera cuando te dicen que fulanito ha dado positivo en la detección, de esta forma todos somos posibles portadores. La paranoia está servida: Estamos por tanto ante una angustia paranoide, de muerte, que engancha con los momentos de nuestra historia, en los que nos hemos sentido mal, momentos que todo el mundo tiene grabados en un lugar ignoto de la memoria.   Cualquier paciente que nos conecte está en estas mismas pésimas condiciones, dispuesto a proyectar sobre nosotros –ya debilitados- la carga de angustia que no ha podido descargar en nadie. Nosotros, -personas físicas conocidas- cuando aparecemos en la pantalla nos convertimos en un pararrayos que atrae su descarga de angustia, sea cual sea el contenido formal de la “conversación” que tengamos.  

La forma de aguantar el tirón es restablecer “nuestra alianza terapéutica” con cada paciente en particular, exponiéndole que seguimos el objetivo de nuestras sesiones, convenimos el ritmo, horario, etc… (lo más parecido de las sesiones presenciales que tuvimos, para darle una continuidad en el tiempo) y haciéndole una recapitulación de los logros conseguidos en su proceso terapéutico hasta ahora y de lo que se trata es de darle una continuidad)  Es un poco como el “decíamos ayer….” De Fray Luis de León tras su incorporación a su catedra de Salamanca después de unos años en la cárcel de la inquisición. 

En las sesiones de teleterapia debemos insistir en hablar algo más lento que en las presenciales y vocalizando mejor para asegurar las posibles deficiencias de transmisión.

Debemos acompañar nuestras palabras de gestos, sobre todo de asentimiento, indicándole que comprendemos lo que nos dice. Cada 10 minutos hacerle una recapitulación de lo dicho para asegurarle que lo hemos comprendido.  Estimular su participación con preguntas sobre lo que ha dicho pidiéndole ampliaciones o aclaraciones.  A veces podemos acercarnos un poco a la cámara para que “nos sienta” más cerca (no abusar de esta técnica, para no resultar invasivos)  
Hacer un resumen final y si acaso preguntarle cómo se ha sentido, que se lleva de la experiencia, y quedar en el próximo día y hora.

APENDICE SOBRE FORMAS DE HACER TELETERAPIA

Estimado XXXXXX:  Para realizar lo más correctamente posible nuestras sesiones de teleterapia, vamos a conecta a través de la tecnología XXXXX. Para ello tienes que tener disponible el programa que te envío, en tu ordenador portátil, y esperar mi llamada que se realizará a la hora acordada.

Debes disponer de una habitación donde te puedas aislar del resto de tu familia y que nadie te moleste o interrumpa, durante todo el tiempo de la sesión.  Deberás colocar la cámara frente a ti, sentado cómodamente en un lugar cómodo para ti, y que te enfoque de la mitad del cuerpo para arriba, sin tener delante mesa ni otro mueble que pueda ser un obstáculo a tus movimientos ni a la visión de la cámara. La luz no deberá darle de frene a la cámara, sino iluminarte a ti desde detrás de la misma. Se trata de que nos “veamos uno frente al otro” como en la consulta.  Al comienzo probaremos el tono de los altavoces.  

Te recuerdo los horarios acordados:
Trata de seguirlos para facilitar la atención a todos.


Pedro Jiménez Plana
Psicólogo Supervisor

  



miércoles, 1 de abril de 2020

DETRÁS DE NUESTROS EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS


DETRÁS DE NUESTROS EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS

Qué bonita la vida
Qué regalo tan grande
Que luego te lo quita
Te hace no ser de nadie ….

“Qué bonita la vida”.  - Dani Martín.


Me sucede a veces, en consulta, sentirme testigo privilegiado de cómo la vida se abre paso ante el sufrimiento. Es entonces cuando siento que ella viene y me golpea, a pesar de que intento de forma racional e irracional desmontarla. Aparece en forma de evidencia clara y meridiana, se abre paso y triunfa.

Acabando de terminar de apagar el ordenador tras mi consulta en casa, oí música a lo lejos. Bajé las escaleras, siguiéndola hasta llegar donde se encontraba mi hijo. Siempre me gustó la música, pero quien realmente ha inundado de ella mi hogar desde que nació ha sido él. Estaba oyéndola con los ojos cerrados, no me sintió llegar y me senté a su lado, en silencio. Pasado un rato abrió los ojos, me sonrió y me dijo “Hey”. Estaba escuchando la canción “Pedro Navajas” de Rubén Blades, que con su soniquete suave narra una historia real y cruel, de muerte y vida a la vez. Sin darnos cuenta pronto empezamos a hilvanar canciones, coser diferentes sones, mezclar distintos sonidos, ritmos y compases… y de nuevo la vida volvía a mi cabeza, a golpearme con toda su brutal energía.

No ha resultado fácil no abandonarse ni quedarse anclada en este montón de emociones que hemos vivido en las últimas semanas. El impacto de principio te mete en una especie de pecera donde el agua te impide ver bien lo que pasa, te ayuda a negar, te instala en una aparente calma, ralentiza tus movimientos, te aisla, te asfixia, te cansa, te enfría y desde la que, si no fuera por el calor de la rabia que te quita ese frio, sería imposible salir. La fuerza de esa rabia te hace crecer y lanzarte hacia arriba impulsada por los pies que ya han tocado el fondo de esa pecera, dándote  cuenta de que te estaba faltando el aire y  te empuja a buscarlo, a rebelarte,  a enfrentarte, a reclamar, a pelear, a encarar hasta que  descubres que … nada hay ya que encarar, que reclamar,  que ya no hay nada  que exigir ni pelear, que el aire sigue estando ahí, pero ya no es el mismo, cambió. Y mientras estás en este extenuante ejercicio rabioso de lucha y contradicciones, se abre paso la tristeza para cuidarte, para darte tiempo a lamerte las heridas, para obligarte a aflojar la tensión. Y te serenas y abres la mano y te desprendes, sueltas aquello a lo que estabas aferrado.  Y es ahí, en ese espacio que ha quedado, donde poco a poco empiezas a verla, a aceptar que es ella, la vida la que lo hace todo, la que equilibra todo, la que lo inunda todo.

Hoy, cuando nada hice aún por salir de ninguna de estas emociones, por cambiarlas, por acelerarlas, por no mirarlas, cuando sin darme cuenta y sin querer me había dejado llevar por ellas, la vida lo ha vuelto a hacer, volviendo a abrirse paso, poniéndome una canción suave, mirándome y diciéndome “Hey”.

La vida vuelve a decirme con cariño y con respeto, con firmeza y con dulzura, con determinación y como quien no quiere la cosa, que ella es la fuerte, la que sabe, la que ordena, la que se impone, la que decide, la que vence, la que ama. Que es ella la que sostiene, gestionando el desequilibrio, nuestra imperfección.

 ¡¡Qué bonita la vida!!
Mar Montero Fernández
Psicóloga