DETRÁS DE NUESTROS
EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS
Qué bonita la vida
Qué regalo tan grande
Que luego te lo quita
Te hace no ser de nadie ….
“Qué bonita la vida”. - Dani Martín.
Me sucede a veces, en consulta,
sentirme testigo privilegiado de cómo la vida se abre paso ante el sufrimiento.
Es entonces cuando siento que ella viene y me golpea, a pesar de que intento de
forma racional e irracional desmontarla. Aparece en forma de evidencia clara y
meridiana, se abre paso y triunfa.
Acabando de terminar de apagar el
ordenador tras mi consulta en casa, oí música a lo lejos. Bajé las escaleras,
siguiéndola hasta llegar donde se encontraba mi hijo. Siempre me gustó la
música, pero quien realmente ha inundado de ella mi hogar desde que nació ha
sido él. Estaba oyéndola con los ojos cerrados, no me sintió llegar y me senté
a su lado, en silencio. Pasado un rato abrió los ojos, me sonrió y me dijo
“Hey”. Estaba escuchando la canción “Pedro Navajas” de Rubén Blades, que con su
soniquete suave narra una historia real y cruel, de muerte y vida a la vez. Sin
darnos cuenta pronto empezamos a hilvanar canciones, coser diferentes sones,
mezclar distintos sonidos, ritmos y compases… y de nuevo la vida volvía a mi
cabeza, a golpearme con toda su brutal energía.
No ha resultado fácil no abandonarse
ni quedarse anclada en este montón de emociones que hemos vivido en las últimas
semanas. El impacto de principio te mete en una especie de pecera donde el agua
te impide ver bien lo que pasa, te ayuda a negar, te instala en una aparente
calma, ralentiza tus movimientos, te aisla, te asfixia, te cansa, te enfría y
desde la que, si no fuera por el calor de la rabia que te quita ese frio, sería
imposible salir. La fuerza de esa rabia te hace crecer y lanzarte hacia arriba
impulsada por los pies que ya han tocado el fondo de esa pecera, dándote cuenta de que te estaba faltando el aire
y te empuja a buscarlo, a rebelarte, a enfrentarte, a reclamar, a pelear, a encarar
hasta que descubres que … nada hay ya que
encarar, que reclamar, que ya no hay
nada que exigir ni pelear, que el aire
sigue estando ahí, pero ya no es el mismo, cambió. Y mientras estás en este
extenuante ejercicio rabioso de lucha y contradicciones, se abre paso la
tristeza para cuidarte, para darte tiempo a lamerte las heridas, para obligarte
a aflojar la tensión. Y te serenas y abres la mano y te desprendes, sueltas
aquello a lo que estabas aferrado. Y es
ahí, en ese espacio que ha quedado, donde poco a poco empiezas a verla, a
aceptar que es ella, la vida la que lo hace todo, la que equilibra todo, la que
lo inunda todo.
Hoy, cuando nada hice aún por salir
de ninguna de estas emociones, por cambiarlas, por acelerarlas, por no
mirarlas, cuando sin darme cuenta y sin querer me había dejado llevar por
ellas, la vida lo ha vuelto a hacer, volviendo a abrirse paso, poniéndome una
canción suave, mirándome y diciéndome “Hey”.
La vida vuelve a decirme con cariño
y con respeto, con firmeza y con dulzura, con determinación y como quien no
quiere la cosa, que ella es la fuerte, la que sabe, la que ordena, la que se
impone, la que decide, la que vence, la que ama. Que es ella la que sostiene,
gestionando el desequilibrio, nuestra imperfección.
¡¡Qué bonita la vida!!
Mar Montero Fernández
Psicóloga
👏👏👏👏👏
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. ������
ResponderEliminarMaravillosa reflexión... Muchísimas gracias por compartirla.
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