miércoles, 1 de abril de 2020

DETRÁS DE NUESTROS EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS


DETRÁS DE NUESTROS EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS

Qué bonita la vida
Qué regalo tan grande
Que luego te lo quita
Te hace no ser de nadie ….

“Qué bonita la vida”.  - Dani Martín.


Me sucede a veces, en consulta, sentirme testigo privilegiado de cómo la vida se abre paso ante el sufrimiento. Es entonces cuando siento que ella viene y me golpea, a pesar de que intento de forma racional e irracional desmontarla. Aparece en forma de evidencia clara y meridiana, se abre paso y triunfa.

Acabando de terminar de apagar el ordenador tras mi consulta en casa, oí música a lo lejos. Bajé las escaleras, siguiéndola hasta llegar donde se encontraba mi hijo. Siempre me gustó la música, pero quien realmente ha inundado de ella mi hogar desde que nació ha sido él. Estaba oyéndola con los ojos cerrados, no me sintió llegar y me senté a su lado, en silencio. Pasado un rato abrió los ojos, me sonrió y me dijo “Hey”. Estaba escuchando la canción “Pedro Navajas” de Rubén Blades, que con su soniquete suave narra una historia real y cruel, de muerte y vida a la vez. Sin darnos cuenta pronto empezamos a hilvanar canciones, coser diferentes sones, mezclar distintos sonidos, ritmos y compases… y de nuevo la vida volvía a mi cabeza, a golpearme con toda su brutal energía.

No ha resultado fácil no abandonarse ni quedarse anclada en este montón de emociones que hemos vivido en las últimas semanas. El impacto de principio te mete en una especie de pecera donde el agua te impide ver bien lo que pasa, te ayuda a negar, te instala en una aparente calma, ralentiza tus movimientos, te aisla, te asfixia, te cansa, te enfría y desde la que, si no fuera por el calor de la rabia que te quita ese frio, sería imposible salir. La fuerza de esa rabia te hace crecer y lanzarte hacia arriba impulsada por los pies que ya han tocado el fondo de esa pecera, dándote  cuenta de que te estaba faltando el aire y  te empuja a buscarlo, a rebelarte,  a enfrentarte, a reclamar, a pelear, a encarar hasta que  descubres que … nada hay ya que encarar, que reclamar,  que ya no hay nada  que exigir ni pelear, que el aire sigue estando ahí, pero ya no es el mismo, cambió. Y mientras estás en este extenuante ejercicio rabioso de lucha y contradicciones, se abre paso la tristeza para cuidarte, para darte tiempo a lamerte las heridas, para obligarte a aflojar la tensión. Y te serenas y abres la mano y te desprendes, sueltas aquello a lo que estabas aferrado.  Y es ahí, en ese espacio que ha quedado, donde poco a poco empiezas a verla, a aceptar que es ella, la vida la que lo hace todo, la que equilibra todo, la que lo inunda todo.

Hoy, cuando nada hice aún por salir de ninguna de estas emociones, por cambiarlas, por acelerarlas, por no mirarlas, cuando sin darme cuenta y sin querer me había dejado llevar por ellas, la vida lo ha vuelto a hacer, volviendo a abrirse paso, poniéndome una canción suave, mirándome y diciéndome “Hey”.

La vida vuelve a decirme con cariño y con respeto, con firmeza y con dulzura, con determinación y como quien no quiere la cosa, que ella es la fuerte, la que sabe, la que ordena, la que se impone, la que decide, la que vence, la que ama. Que es ella la que sostiene, gestionando el desequilibrio, nuestra imperfección.

 ¡¡Qué bonita la vida!!
Mar Montero Fernández
Psicóloga

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